
El intercambio lingüístico es una opción proporcionada por muchos centros educativos, tanto públicos como privados, bien a nivel de ESO, de Bachillerato, Universitario o de Postgrado.
Este sistema se basa en lo que se conoce como hospitalidad recíproca alternada. Esto significa que si nuestro hijo participa en un programa de intercambio, el estudiante que intercambia con él se alojará en nuestro domicilio por un tiempo determinado, normalmente unas tres semanas. Pasado un tiempo, nuestro hijo se alojará en casa de la familia del estudiante que hemos tenido con nosotros.
Esto supone uno de los beneficios principales que conlleva este tipo de intercambios, como es la posibilidad de poder convivir con una familia en el país de destino, conociendo así la vida cotidiana de dicho país, sus costumbres y realizando una inmersión lingüística completa. En el caso de programas organizados por Institutos de Enseñanza Secundaria, además de vivir con la familia, el alumno cursará durante ese tiempo sus estudios en el Instituto correspondiente del otro país.
Por ello, si queremos adherirnos a este tipo de intercambio, deberemos tener en cuenta que, tanto por nuestro ritmo de vida como por la vivienda en la que residimos, deberemos tener capacidad para alojar al estudiante y tratarlo como si de un miembro más de la familia se tratase.
El intercambio lingüístico se puede comenzar a la edad en la que el niño sienta que puede pasar unos días sin sus padres. Por ello es necesario, antes de inscribirle en un programa de este tipo, valorar su madurez afectiva y su capacidad de adaptación, para estar seguros de que la experiencia será enriquecedora y positiva para el estudiante.
Lo normal es que las estancias tengan lugar durante el mismo curso escolar, a menos que se trate de estudiantes mayores que realicen estancias largas. La duración de las mismas puede variar entre una semana y un año.










